jueves, 20 de mayo de 2010

SÍMBOLO - Ileana Schnitzler -

Movió la hoja del periódico formando un ángulo más cerrado pero aceptable a quien lo viese, pensarían que estaba leyendo. Ladeó un poco la cabeza evitando los reflejos sobre los ojos, y allí sí, se aseguró de estar en la posición justa y se dedicó a observarla. No tendría más que veinte años, y esa piel tan blanca, porcelana bajo la luz que caía directamente sobre su cabeza. Desde su asiento penumbroso la veía balancearse al ritmo alternado de aceleración y freno, aferrada al pasamanos mientras sostenía con la izquierda un libro de tapas vetustas, original de biblioteca de barrio, pensó. En una de las tantas paradas ella alzó la vista fastidiada por el pasajero que la empujó en su apuro de alcanzar la puerta y en otra, para dar cabida a la mujer obesa que le ganó el asiento; a esas horas el subte se deslizaba siempre abarrotado. Pero no volvió a inmutarse. Y él sabía que ella era la elegida, se sentía anudado a esa boca que fruncía en un tic nervioso y a ese cuello blanco, suave, esbelto. Deseaba que apartara un poco el libro para descubrir el escote pero ella lo mantenía firme y alto, concentrada en su lectura. Espiando desde la rendija que dejaban las siluetas de su entorno la escudriñaba centímetro a centímetro, el pelo sujeto y renegrido igual que sus ojos, las manos de uñas pulidas, alargadas y sin barniz, sencillas como su vestir. Toda ella emanaba un aire de inocencia y sensualidad natural, desde el ondear de la pollera cuando separó las piernas para afirmar el equilibrio hasta la forma como humedecía de tanto en tanto el labio inferior en un gesto inconsciente. Desde que la vio subir lo supo. No iba perderla de vista. El vaivén del vagón hundía en ensoñaciones. El viejo esqueleto de madera y metal parecía descascararse, las ventanillas trepidaban monótonas y podía verse más de un cabeceo culminando la fatiga del día. Pero a él, contrariamente, la energía le trepaba por el cuerpo, tensaba sus nervios, potenciaba su atención. El viaje por el túnel oscuro le devolvía juventud e impulso. Al tomar la curva chirriaron las ruedas anunciando la etapa final. Los que estaban sentados comenzaron a incorporarse y ella se aprestó dándole la espalda mientras guardaba el libro en su bolso. Él tenía la paciencia de esperar, fruto de larguísima experiencia. Plegó el diario que abandonó sobre el asiento como al descuido, sacó del bolsillo del saco sus anteojos ahumados y los calzó con parsimonia. Fue uno de los últimos en salir, su mirada firme en el objetivo. Cuando ella tomó la escalera de la derecha él no pudo menos que sonreírse. El pasillo desembocaba en la calle arbolada, lo suficientemente oscura a esa hora crepuscular. Aceleró el andar y se ubicó tras ella, ritmó su paso con el suyo. Tras cruzar la calle, los árboles pusieron marco al taconeo despacioso. Se mantuvo cercano gozando del movimiento de su cabeza, admirando la nuca que la hebilla del pelo despojaba. Qué linda que era, se sintió atraído más que en muchos años. Ya llegaban a un recodo más sombrío cuando él, flexible como látigo en el aire, acorraló la cintura con un brazo, una mano taponando la boca y todo el envión empujando hacia el zaguán que se abría como una garganta de paredes terrosas. Los dedos, sabios, presionaron la arteria justa en el trayecto de ese cuello delicado y frágil, las aspas de los brazos cayeron inertes y recibió el peso del cuerpo con creciente regocijo. Palpó serenamente el lugar exacto donde hundir la boca, ese rincón donde el desmayo no impedía el subir y bajar del latido, el límite bajo la oreja suave y despojada, la fuente donde saciar el ansia. Y entonces lo vio. Primero, el relámpago del faro indiscreto e inocente del auto que pasaba, al instante, el brillo refulgente del crucifijo sobre el escote. Ahogando el grito de rabia, se precipitó en el túnel de la arboleda y desapareció tragado por la noche inaugurada.

SCHNITZLER, Ileana. Símbolo. Cuento.

1 comentario:

  1. Amigo Luis, que te voy a decir…un poco brutillo el pájaro…hay otras maneras más civilizadas... sin ser a la fuerza… desde mi punto de vista...y sin intención de faltar.

    Un placer pasar por tu blog y un abrazo desde Galicia.

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