jueves, 8 de enero de 2009

DE LAS TRANSFORMACIONES - Filosofía

DE LAS TRANSFORMACIONES[1]


Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.

Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, paciente, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas.

¿Qué es pesado? Así pregunta el espíritu paciente, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere que se le cargue bien.

¿Qué es lo más pesado, héroes? Así pregunta el espíritu paciente, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije.

¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría?

¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas montañas para tentar al tentador?

¿O acaso es: alimentarse de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad?

¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres?

¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de sí las frías ranas y los calientes sapos?

¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo?

Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.

Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser señor en su propio desierto.

Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.

¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? “Tú debes” se llama el dragón. Pero el espíritu del león dice “yo quiero”.

“Tú debes” le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente el “¡Tú debes!”

Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: “todos los valores de las cosas –brillan en mí”.

“Todos los valores han sido ya creados, y yo soy – todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún `Yo quiero`”. Así habla el dragón.

Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?

Crear valores nuevos – tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad para un nuevo crear – eso sí es capaz de hacerlo el poder del león.

Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león.

Tomarse el derecho de nuevos valores – ése es el tomar más horrible para un espíritu paciente y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña.

En otro tiempo el espíritu amó el “tú debes” como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su amor: para ese robo se precisa el león.

Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?

Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.

Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.

Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño. -- --

Así habló Zaratustra. Y entonces residía en la ciudad que se llamaba: La Vaca Multicolor.


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En el siglo XIX apareció la gran figura de la Filosofía, Friedrich Nietzsche (1844 – 1900), cuyo pensar giró entorno a la exaltación de lo vital y afectivo e hizo frente al racionalismo hegeliano y al positivismo.

Su trayectoria filosófica conllevó una crítica a los conceptos de la cultura occidental –filosofía, religión, moral, política -, e intentó una profunda comprensión de la vida. El filósofo tendrá que reflexionar sobre la vida y desenmascarar aquellas ideas tradicionales. El filósofo no podrá seguir cargando aquellos conceptos socráticos, platónicos ni medievales.

Ahora bien, a partir del texto “De las transformaciones”, en primera instancia, el camello lleva como carga los valores establecidos, la carga de la moral, la carga de la cultura y de la educación. El camello –como animal de carga- obedece la autoridad del amo, se inclina y no se queja de la pesada carga. Es sumiso y se limita a rumiar, a seguir el camino.

En segunda instancia, el camello se convierte en león. El hombre está cansado de soportar la carga y se revela contra el amo y destruye aquellos valores establecidos. Es aquí cuando surge el león, el hombre como ser crítico de sí mismo. No bastan los conceptos del racionalismo. El león impone su fuerza – su voluntad – “mas crearse libertad para un nuevo crear” –, un nuevo hombre, el superhombre.

Finalmente, el león se convierte en niño – un ser capaz de crear -. La inocencia es la fuente de la creación y el sendero capaz de proyectar nuevos valores y nuevas estructuras con auténtica libertad.

El niño es juego, un nuevo comienzo, creador de nuevos valores: “el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo”. Con razón, el niño es la manifestación de la vida. / LIR


[1] Nietzsche, Friedrich. En "Así habló Zaratustra" - De las tres transformaciones -.

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