El austro acarició mis sentimientos,
suavizó el reflejo de una ilusión naciente
de aquel árbol sediento de sabiduría.
Las ramas se mecían silenciosas,
abrumadas por la calma natural,
un impulso extraño arrebató la ansiedad,
un abrumador suspiro me interrogó,
lentamente recobré el aliento.
Enmudecí al instante,
observando el ambiente
una hoja cayó sobre mi ser,
temblando surcaba mi horizonte,
iba y venía, mas no la pude asir,
el reflejo de su envés me inquietó,
su pasión derramó el verdor esperanza
de la substancia real en mi propio ser.
La hojarasca permanecía inquieta y
y el haz me invitaba a seguir su huella,
su lejanía reverdeció en mi mente,
el aire estremeció el valor del
silencio en el interior del ser.
Una hoja de vida sigue luchando
por no perder el valor de su esencia
en un mundo lleno de superficialidad.
suavizó el reflejo de una ilusión naciente
de aquel árbol sediento de sabiduría.
Las ramas se mecían silenciosas,
abrumadas por la calma natural,
un impulso extraño arrebató la ansiedad,
un abrumador suspiro me interrogó,
lentamente recobré el aliento.
Enmudecí al instante,
observando el ambiente
una hoja cayó sobre mi ser,
temblando surcaba mi horizonte,
iba y venía, mas no la pude asir,
el reflejo de su envés me inquietó,
su pasión derramó el verdor esperanza
de la substancia real en mi propio ser.
La hojarasca permanecía inquieta y
y el haz me invitaba a seguir su huella,
su lejanía reverdeció en mi mente,
el aire estremeció el valor del
silencio en el interior del ser.
Una hoja de vida sigue luchando
por no perder el valor de su esencia
en un mundo lleno de superficialidad.
Por Luis I. Rodríguez
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