La lluvia silenciosa se refleja en mi espejo
y corre presurosa en la límpida piel,
cae misteriosa y sigilosa con la brisa
en los bosques del alma entristecida
como aquella espuma del cristal
decidida a limpiar el interior
de un fugitivo manantial humano que
lamenta el idilio natural en
las rupestres paredes del silencio...
Parece despertar al indefenso y pensativo
en el río caudaloso de la tristeza,
un grito retumba en la noche borrascosa
llamando un pensamiento fugaz,
y corre presurosa en la límpida piel,
cae misteriosa y sigilosa con la brisa
en los bosques del alma entristecida
como aquella espuma del cristal
decidida a limpiar el interior
de un fugitivo manantial humano que
lamenta el idilio natural en
las rupestres paredes del silencio...
Parece despertar al indefenso y pensativo
en el río caudaloso de la tristeza,
un grito retumba en la noche borrascosa
llamando un pensamiento fugaz,
los pájaros volaron de los árboles,
silenciosos y asustados...
Y el espíritu escucha la voz
del silencio con nubarrones de agonía.
Se pregunta aquel absorto peregrino
de la noche por la luz en la penumbra
y un frío recorre el cuerpo húmedo
del espíritu de la naturaleza
en la vivacidad armoniosa
de la floración de un sentimiento...
La brisa danza un torbellino de ilusión
al vaivén de la serena noche, un manjar de vida...
silenciosos y asustados...
Y el espíritu escucha la voz
del silencio con nubarrones de agonía.
Se pregunta aquel absorto peregrino
de la noche por la luz en la penumbra
y un frío recorre el cuerpo húmedo
del espíritu de la naturaleza
en la vivacidad armoniosa
de la floración de un sentimiento...
La brisa danza un torbellino de ilusión
al vaivén de la serena noche, un manjar de vida...
Por Luis I. Rodríguez
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