martes, 28 de abril de 2009

LA ROSA DE PARACELSO -Jorge Luis Borges-


En su taller que abarcaba las dos habitaciones del sótano, Paracelso pidió a su Dios, a su indeterminado Dios, a cualquier Dios, que le enviara un discípulo. Atardecía. El escaso fuego de la chimenea arrojaba sombras irregulares. Levantarse para encender la lámpara de hierro era demasiado trabajo. Paracelso, distraído por la fatiga, olvidó su plegaria. La noche había borrado los polvorientos alambiques y el atanor cuando golpearon la puerta. El hombre, soñoliento, se levantó, ascendió la breve escalera de caracol y abrió una de las hojas. Entró un desconocido. También estaba muy cansado. Paracelso le indicó un banco; el otro se sentó y esperó. Durante un tiempo no cambiaron una palabra.

El maestro fue el primero que habló:

- Recuerdo caras del Occidente y caras del Oriente – dijo no sin cierta pompa. No recuerdo la tuya. ¿Quién eres y qué deseas de mí?

- Mi nombre es lo de menos -replicó el otro -. Tres días y tres noches he caminado para entrar en tu casa. Quiero ser tu discípulo. Te traigo todos mis haberes.

Sacó un talego y lo volcó sobre la mesa. Las monedas eran muchas y de oro. Lo hizo con la mano derecha. Paracelso le había dado la espalda para encender la lámpara. Cuando se dio vuelta advirtió que la mano izquierda sostenía una rosa. La rosa lo inquietó.

Se recostó, juntó la punta de los dedos y dijo:

- Me crees capaz de elaborar la piedra que trueca todos los elementos en oro y me ofreces oro. No es oro lo que busco, y si el oro te importa, no serás nunca mi discípulo.

- El oro no me importa- respondió el otro.

- Estas monedas no son más que una parte de mi voluntad de trabajo. Quiero que me enseñes el Arte. Quiero recorrer el camino que conduce a la Piedra.

Paracelso dijo con lentitud:

- El camino es la Piedra. El punto de partida es la Piedra. Si no entiendes estas palabras, no has empezado aún a entender. Cada paso que darás es la meta.

El otro miró con recelo. Dijo con voz distinta:

- Pero.. ¿hay una meta?

Paracelso se rió.

- Mis detractores, que no son menos numerosos que estúpidos dicen que no, y me llaman un impostor. No les doy la razón, pero no es imposible que sea un iluso. Sé que “hay” un Camino.

Hubo un silencio, y dijo el otro:

- Estoy listo a recorrerlo contigo, aunque debamos caminar muchos años. Déjame cruzar el desierto. Déjame divisar siquiera de lejos la Tierra Prometida, aunque los astros no me dejen pisarla. Quiero una prueba antes de emprender el camino.

- ¿Cuándo?- preguntó con inquietud Paracelso.

- Ahora mismo - contestó con brusca decisión el discípulo.

Habían empezado hablando en latín; ahora, en alemán. El muchacho elevó en el aire la rosa.

- Es fama -dijo - que puedes quemar una rosa y hacerla resurgir de la ceniza, por obra de tu arte. Déjame ser testigo de ese prodigio. Eso te pido, y te daré después mi vida entera.

- Eres muy crédulo- dijo el maestro-. No he menester de la credulidad; exijo la fe.

El otro insistió.

- Precisamente porque no soy crédulo quiero ver con mis ojos la aniquilación y la resurrección de la Rosa.

Paracelso la había tomado, y al hablar jugaba con ella.

- Eres crédulo - dijo-. ¿Dices que soy capaz de destruirla?

- Nadie es incapaz de destruirla - dijo el discípulo.

- Estás equivocado. ¿Crees, por ventura, que algo puede ser devuelto a la nada? ¿Crees que el primer Adán en el Paraíso pudo haber destruido una sola flor o una brizna de hierba?

- No estamos en el Paraíso - habló tercamente el muchacho; - aquí, bajo la luna, todo es mortal.

Paracelso se había puesto de pie e inquirió:

- ¿En qué otro sitio estamos? ¿Crees que la divinidad puede crear un sitio que no sea el Paraíso? ¿Crees que la Caída es otra cosa que ignorar que estamos en el Paraíso?

- Una rosa puede quemarse- desafió el discípulo.

-Aún queda el fuego en la chimenea. Si arrojamos esta rosa a las brasas, creerías que ha sido consumida y que la ceniza es verdadera. Te digo que la rosa es eterna y que solo su apariencia puede cambiar. Me bastaría una palabra para que la vieras de nuevo.

- ¿Una palabra?- dijo con extrañeza el discípulo-. El atanor está apagado y están llenos de polvos los alambiques. ¿Qué harías para que resurgiera?

Paracelso lo miró con tristeza.

- El atanor está apagado – repitió – y están llenos de polvo los alambiques. En este tramo de mi larga jornada uso de otros instrumentos.

- No me atrevo a preguntar cuáles son - dijo el otro con astucia o con humildad.

- Hablo del que usó la divinidad para crear los cielos y la tierra y el invisible Paraíso en que estamos, y que el pecado original nos oculta. Hablo de la Palabra que nos enseña la ciencia de la Kabalah.

El discípulo dijo con frialdad:

- Te pido la merced de mostrarme la desaparición y aparición de la rosa. No me importa que operes con alquitaras o con el Verbo.

Paracelso reflexionó. Al cabo, dijo:

- Si yo lo hiciera, dirías que se trata de una apariencia impuesta por la magia de tus ojos. El prodigio no te daría la fe que buscas: Deja, pues, la rosa.

El joven lo miró, siempre receloso. El maestro alzó la voz y le dijo:

- Además, ¿quién eres tú para entrar en la casa de un maestro y exigirle un prodigio? ¿Qué has hecho para merecer semejante don?

El otro replicó, tembloroso:

- Ya sé que no he hecho nada. Te pido en nombre de los muchos años que estudiaré a tu sombra que me dejes ver la ceniza y después la rosa. No te pediré nada más. Creeré en el testimonio de mis ojos.

Tomó con brusquedad la rosa encarnada que Paracelso había dejado sobre el pupitre y la arrojó a las llamas. El color se perdió y solo quedó un poco de ceniza.

Durante un instante infinito esperó las palabras y el milagro.

Paracelso no se había inmutado. Dijo con curiosa llaneza:

- Todos los médicos y todos los boticarios de Basilea afirman que soy un embaucador. Quizá están en lo cierto. Ahí está la ceniza que fue la rosa y que no lo será.

El muchacho sintió vergüenza. Paracelso era un charlatán o un mero visionario y él, un intruso, había franqueado su puerta y lo obligaba ahora a confesar que sus famosas artes mágicas eran vanas.

Se arrodilló, y le dijo:

- He obrado imperdonablemente. Me ha faltado la fe, que el Señor exigía de los creyentes. Deja que siga viendo la ceniza. Volveré cuando sea más fuerte y seré tu discípulo, y al cabo del Camino veré la rosa.

Hablaba con genuina pasión, pero esa pasión era la piedad que le inspiraba el viejo maestro, tan venerado, tan agredido, tan insigne y por ende tan hueco. ¿Quién era él, Johannes Grisebach, para descubrir con mano sacrílega que detrás de la máscara no había nadie?

Dejarle las monedas de oro sería una limosna. Las retomó al salir. Paracelso lo acompañó hasta el pie de la escalera y le dijo que en esa casa siempre sería bienvenido. Ambos sabían que no volverían a verse.

Paracelso se quedó solo. Antes de apagar la lámpara y de sentarse en el fatigado sillón, volcó el tenue puñado de ceniza en la mano cóncava y dijo una palabra en voz baja.

Y la rosa resurgió.

BORGES, Jorge Luis. La rosa de Paracelso. Obras completas.

domingo, 26 de abril de 2009

FUNDICIÓN Y FORJA -Jairo Aníbal Niño -


Todo se imaginó Supermán, menos que caería derrotado en aquella playa caliente y que su cuerpo fundido serviría después para hacer tres docenas de tornillos de acero, de regular calidad.

NIÑO, Jairo Aníbal. Fundición y forja.

sábado, 25 de abril de 2009

"204" -Álvaro Mutis -


I

Escucha Escucha Escucha

la voz de los hoteles,
de los cuartos aún sin arreglar,
los diálogos en los oscuros pasillos que adorna una raída
alfombra escarlata
por donde se apresuran los sirvientes que salen al amanecer
como espantados murciélagos.

Escucha Escucha Escucha

los murmullos en la escalera; las voces que vienen de la cocina
donde se fragua un agrio olor a comida que muy pronto
estará en todas partes, el ronroneo de los ascensores.

Escucha Escucha Escucha

a la hermosa inquilina del “204” que despereza sus miembros y
se queja y extiende su viuda desnudez sobre la cama. De su
cuerpo sale un vaho tibio de campo recién llovido.

¡Ay qué tránsito el de sus noches tremolantes
como las banderas en los estadios!

Escucha Escucha Escucha

el agua que gotea en los lavatorios, en las gradas que invade un
resbaloso y maloliente verdín. Nada hay sino una sombra,
una tibia y espesa sombra que todo lo cubre.

Sobre esas losas-cuando el mediodía siembre de monedas el
mugriento piso-su cuerpo inmenso y blanco sabrá moverse,
dócil para las lides del tálamo y conocedor de los más variados
caminos. El auga lavará la impureza y renovará las fuentes
del deseo.

Escucha Escucha Escucha

a la incansable viajera, ella abre las ventanas y aspira el aire que
viene de la calle. Un desocupado la silba desde la acera del frente
y ella estremece sus flancos en respuesta al incógnito llamado.

II

De la ortiga al granizo
del granizo al terciopelo
del terciopelo a los orinales
de los orinales al río
del río a las amargas algas
de las algas amargas a la ortiga
de la ortiga al granizo
del granizo al terciopelo
del terciopelo al hotel

Escucha Escucha Escucha

la oración matinal de la inquilina
su grito que recorre los pasillos
y despierta despavoridos a los durmientes,
el grito del “204”:
¡Señor, Señor, por qué me has abandonado!

MUTIS, Álvaro. "204". Poemas.

jueves, 23 de abril de 2009

LA LITERATURA ES UNA AVENTURA







“Con facilidad se piensa y se acomete una empresa;
pero con dificultad las más de las veces se sale de ella”.
Miguel de Cervantes


La Literatura es el camino que guía al hombre a la conquista del saber y del cosmos. El tránsito está lleno de abrojos, de valles y montañas. El campo literario es el principio y el fin del edificio cultural. La estructura del edificio literario ahonda en aquel terreno pantanoso y lleno de abrojos para pulir el temperamento indómito de un personaje atípico e intocable por el manto de la palabra. ¡Cuántos desean ser simples espectadores! ¡Cuántas teas querrán encenderse! ¡Cuántos desean ser llamados a seguir los pasos de ilustres literatos! ¡Cuántos reniegan por el abuso de la tea cavernícola! ¡Cuántos ciegos quieren ver las maravillas existentes! ¡Cuántos sordos desean escuchar el trinar melodioso de las palabras! ¡Cuántos personajes idear una quimera! ¡Cuántos seguir el ejemplo del Ingenioso Hidalgo Don Quijote! ¡Cuántos desearan entender los mensajes de Sancho! .

La cima es aquella quimera quijotesca que oscila entre el idealismo y la realidad, entre el bien y el mal. Sin embargo, la idea original palpita y centellea en el abismo de la desventura, osando al pensante a hilar ideales y realidades. El episodio que enriquece el espíritu valiente y memorable es la aventura de “los molinos de viento”, gigantes que vencieron al Caballero de la Triste Figura cuando “arremetió a todo el galope de Rocinante... y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo” . La obra cervantina transmite una dualidad temática entre la aventura y la desventura, el amor y el desamor, la justicia y la injusticia, las armas y las letras, la belleza y la fealdad, Rocinante y el jumento, el Quijote y Sancho...

Al ilustre lector queda la insaciable tarea de vivir en el todo existencial las posturas de un benemérito caminante que con su acompañante soñaron enriquecer los pensamientos de historias concretas, de aventuras en la coexistencia del misterio de la palabra en los albores del siglo XXI. La Literatura se nutre de las desventuras. La sabia literaria quijotesca está en la preocupación por ayudar al ser humano a través de sabios consejos a generar y posibilitar una salida a encrucijadas naturales. Razón tiene en enfrentar al sabio caballero el Duque, diciéndole “En fin, famoso caballero, no pueden las tinieblas de la malicia ni de la ignorancia encubrir y oscurecer la luz del valor y de la virtud” . Por eso, “has de poner en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey” .

El hombre es una paradoja en constante juego. El juego de la imaginación produce una ruptura epistemológica a partir de la lectura de la obra cervantina. La escisión de la realidad está representada en la dicotomía entre la subjetividad – la naturaleza humana - y la objetividad – la imaginación, la fantasía -, como aparece reseñada en el suceso con los cabreros, en el que las aventuras fluctúan entre lo inmediato y lo fantástico.

La Literatura es un juego de espejos – verdadero símil literario -. La partida original del escritor oscila en diversas dimensiones humanas, penetrando hasta las entrañas del lector y haciéndole catarsis en las vibraciones del entendimiento. La purificación está en el compromiso y responsabilidad personal. Por eso, el hombre tiene que mirarse en el espejo del texto. Este ejercicio exige un ingrediente de valor. La valentía es la figura del esfuerzo por trascender lo mundano en la búsqueda de ideales y de fantasías. Porque “no es valentía la temeridad. Las esperanzas dudosas han de hacer a los hombres atrevidos; pero no temerarios” .

En la Literatura, el texto habla por sí mismo. Cada texto es el espejo aventurero del escritor y del lector - la imagen patética está en el Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes -. Éste semeja aquel principio de la refracción. De ahí que, en cada acción protagónica, el avezado lector se siente comprometido a imaginar posibilidades en compañía del caminante y acompañante. Por eso, el lector está en libertad de tomar posición y hacer “vivir” la palabra escrita. Con razón Don Quijote dice “la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” .

La aventura quijotesca es nuestra realidad. La figura del caminante es nuestro yo reflejado y visualizado en la palabra hecha “risa”. ¿Quién no ha gozado con los episodios quijotescos? ¿Cuántos consejos meditados ha transmitido la Triste Figura? ¿Cuánta melancolía se ha vuelto sonrisa al despertar del letargo? ¿Cuántos problemas humanos han trascendido al éxito del saber? ¿Cuántas desventuras – aventuras transformadas en aventuras? Con razón el Quijote pregona con símiles literarios que “hombres bajos hay que revientan por parecer caballeros, y caballeros altos hay que parece que aposta mueren por parecer hombres bajos: aquéllos se levantan, o con la ambición, o con la virtud; éstos se abajan, o con la flojedad, o con el vicio; y es menester aprovecharnos del conocimiento discreto para distinguir estas dos maneras de caballeros, tan parecidos en los nombres y tan distantes en las acciones” .

Hoy la palabra está de fiesta. Danza con armonía el signo. La significación está viva en nuestro quehacer literario. El discurso cotidiano está plagado de sentidos versos. Las letras forman rompecabezas en procura de dar nuevos significados a nuestra tarea interpretativa de las obras literarias. Con razón “las letras sin virtud son perlas en el muladar” – respondió el hidalgo Diego de Miranda a don Quijote. Nuestro compromiso pende de la honestidad. Por eso, “la honestidad es una de las virtudes que el cuerpo y el alma más adornan y hermosean” .

Por Luis I. Rodríguez

martes, 21 de abril de 2009

EL SALMO DE LOS ÁRBOLES -Jorge Rojas-



Si quieres acercarte más a mi corazón

rodea tu casa de árboles.

Y sentirás el júbilo de la flor incipiente

mientras menos lograda más lejos de la muerte.

Escucharás las cosas pequeñas que yo escucho

cuando cae la tristeza sobre los campos húmedos.

El grillo que devana su pequeña madeja

de soledad y extiende su música en la hierba.

Y verá tu pupila la aventura del vuelo,

la fatiga del ala bajo el plumaje trémulo.

Planta delgados álamos, donde sus sombras midan

el césped silencioso y el agua cantarina,

y el quieto surtidor verde de los saúces

para que la tristeza caiga en tus ojos dulces.

El huso de los pinos donde la sombra crece

que hile la blandura de los atardeceres.

Y cuando esté maduro el silencio del bosque

pártelo como un fruto, pronunciando mi nombre.

Que sostengan los árboles la lluvia entre sus ramas

con la misma dulzura con que se toca un arpa.

Y hasta en la oscura noche, cada tallo en aroma

te entregue la delicia de las futuras pomas.

Y las redondas bayas —madurez y deseo—

pendan de los flexibles gajos de los ciruelos.

Y decoren de plata sus hojas las acacias

como si amaneciera la luna entre las ramas.

Que la flor del magnolio, al alto mediodía,

un loto te recuerde bajo la luz tranquila.

Y la savia palpite si grabas en los robles

el contorno perfecto de nuestros corazones.

El laurel, aun sin frente que aprisionar, recuerde

a tus manos la ausente materia de mis sienes.

Y el mimbre que se doble tierno sobre el estanque

como si en él quisiera ver el vuelo de un ave.

Despertarán entonces al vaivén de las ramas

más pájaros que cantos caben en la mañana.

Y la luz será lira sostenida en el aire,

iniciación del alba, límite de la tarde.

Acércate al rumor del viento entre los árboles,

amada, y sentirás el rumor de mi sangre.

Por ROJAS, Jorge. El salmo de los árboles.

lunes, 20 de abril de 2009

LLUVIAS -Aurelio Arturo -



Ocurre así
la lluvia
comienza un pausado silabeo
en los lindos claros de bosque
donde el sol trisca y va juntando
las lentas sílabas y entonces
suelta la cantinela

así principian esas lluvias inmemoriales
de voz quejumbrosa
que hablan de edades primitivas
y arrullan generaciones
y siguen narrando catástrofes
y glorias
y poderosas germinaciones
cataclismos
diluvios
hundimientos de pueblos y razas
de ciudades
lluvias que vienen del fondo de milenios
con sus insidiosas canciones
su palabra germinal que hechiza y envuelve
y sus fluidas rejas innumerables
que pueden ser prisiones
o arpas
o liras

pero de pronto
se vuelven risueñas y esbeltas
danzan
pueblan la tierra de hojas grandes
lujosas
de flores
y de una alegría menuda y tierna

con palabra húmedas
embaidoras
nos hablan de países maravillosos
y de que los ríos bajan del cielo

olvidamos su treno
y las amamos entonces porque son dóciles
y nos ayudan
y fertilizan la ancha tierra
la tierra negra
y verde
y dorada.

AURELIO ARTURO, Lluvias. En Poemas.

domingo, 19 de abril de 2009

PIGMALIÓN -Guillermo Valencia-


En líbico marfil tallas tu sueño

de amor, la ninfa de tu ser exalta,
y entre labios de olímpico diseño
flores de perla tu buril esmalta.

Sufres; el bloque de mirar risueño
donde la fiebre de la vida falta
yace inmóvil: la sangre de tu dueño
bajo las curvas gélidas no salta.

Atiende el cielo tu clamor. "Resurge",
Apolo clama; la beldad esquiva
tórnase carne y a la vida surge;

la besas bajo el ático plafondo,
y entre la red de su pestaña viva
hallas lo azul sin límite ni fondo...

Por VALENCIA, Guillermo. Pigmalión. Poesía.

sábado, 18 de abril de 2009

CANCIÓN PRIMAVERAL -Federico García Lorca-

I

Salen los niños alegres
de la escuela,
poniendo en el aire tibio
del abril, canciones tiernas.
¡Qué alegría tiene el hondo
silencio de la calleja!
Un silencio hecho pedazos
por risas de plata nueva.

II

Voy camino de la tarde
entre flores de la huerta,
dejando sobre el camino
el agua de mi tristeza.
En el monte solitario
un cementerio de aldea
parece un campo sembrado
con granos de calaveras.
Y han florecido cipreses
como gigantes cabezas
que con órbitas vacías
y verdosas cabelleras
pensativos y dolientes
el horizonte contemplan.

¡Abril divino, que vienes
cargado de sol y esencias
llena con nidos de oro
las floridas calaveras!


GARCÍA LORCA, Federico. Canción primaveral. En Poemas.

viernes, 17 de abril de 2009

EL INSOMNE -Eduardo Carranza-


A Alberto Warnier

A alguien oí subir por la escalera.
Eran -altas- las tres de la mañana.
Callaban el rocío y la campana
... Sólo el tenue crujir de la madera.

No eran mis hijos. Mi hija no era.
Ni el son del tiempo en mi cabeza cana.
( Deliraba de estrellas la ventana. )
Tampoco el paso que mi sangre espera...

Sonó un reloj en la desierta casa.
Alguien dijo mi nombre y apellido.
Nombrado me sentí por vez primera.

No es de ángel o amigo lo que pasa
en esa voz de acento conocido...
... A alguien sentí subir por la escalera...

CARRANZA, Eduardo. El insomne. Poesía

jueves, 16 de abril de 2009

ÍTACA -Constantino Cavafis-


Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.

Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con qué alegría, con qué gozo
arribes a puertos nunca antes vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuántos más perfumes sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.

Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.

Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.

CAVAFIS, Constantino. Ítaca. Poema

miércoles, 15 de abril de 2009

SÍ, TÚ ERES EL PORVENIR -Rainer María Rilke-


Sí, tú eres el porvenir, la gran aurora
que apunta de las llanuras de la eternidad.
Tú eres el canto del gallo tras la noche del tiempo,
tú eres rocío, madrugada, muchacha,
tú eres viajero, muerte, madre...

Tú eres la forma que incesante cambia,
que, solitaria, emerge del destino,
que no celebra ni se lamenta
porque nadie te ha descrito, bosque silvestre.

Tú eres el fondo fundamental de las cosas
que silencia la última palabra de su esencia
y que se muestra a los otros siempre distinta:
tierra al navío: navío para la costa.

RILKE, Rainer María. Sí, tú eres el porvenir.

lunes, 13 de abril de 2009

UNA PEQUEÑA HISTORIA



A las seis de la tarde
cuando la calle se deja lamer por las basuras
y bostezan los edificios por sus ventanas
las aceras y los árboles
la mecanógrafa espera...
Una vez tuvo 15 años
se pintaba los labios y las uñas
furiosamente de rojo
usaba zapatico ilusión
y tenía un novio
que la llevaba a las heladerías
a tomar café con tostadas
mientras el gringo del acordeón
tocaba una canción
que todavía recuerda
Ahora son las 6 de la tarde
El tiempo es un caballo leproso
que pisotea las cosas
¿Qué haces mecanógrafa
con esa cara de otoño
y esos senos de naranja enferma?
Mañana volverás a la oficina
donde un jefe
de uno con cincuenta de estatura
acaricia su pequeño vientre
en el que guarda recibos
huevos de tortuga
y una muerte grande
No esperes más
Escucha otra vez la música del gringo...
y deja que un hombre te tome de la mano...

RIVERO, Mario. Una pequeña historia

domingo, 12 de abril de 2009

CRISTO CON NOSOTROS




Señor, Tú resucitas de la oscuridad,

y al hombre desnudo y harapiento de saber

vienes con su Espíritu a fortalecer,

revelas el amor al hombre nuevo

llenando la vida de Amor, Paz y Libertad.

El grito de angustia en la esclavitud escuchas,

en las tierras áridas al hombre consuelas,

el sendero salvífico al Nuevo Adán señalas.

Caminas junto al pobre y necesitado,

Tú eres el fruto de la nueva creación,

Eres Luz de Vida y Espíritu…

El Camino, La Verdad y la Vida…



Vivamos en armonía unos con otros…

Por Luis I. Rodríguez

sábado, 11 de abril de 2009

SUPER-CIENCIA -Luis Vidales-


Por medio de los microscopios

los microbios

observan a los sabios.

Por VIDALES, Luis. Super-ciencia.

viernes, 10 de abril de 2009

CRISTO VIVE -Poesía-


http://www.andaluciaimagen.com/Figura-de-Cristo-crucificado--Semana-Santa--Albacete_21925.jpg
Condenado a muerte y en silencio
el peso del mundo caminaste dolorido,
vituperado y azotado por la muchedumbre
soportaste la oscuridad del pensamiento humano.

Las hondas penas cargaste camino del Calvario
meciéndose un cuerpo flagelado y sudoroso,
con la pesada Cruz ya destrozado
llegaste a la cima y en silencio llora.

Con las fuerzas destrozadas y la sangre derramada
en el madero fija yace la mirada,
los clavos penetrando el comprensivo amor
Un grito de angustia estremeció a la humanidad.

En lo alto del Madero y en profundo silencio
agobiado por la sed y la soledad,
exhaló un anhelante suspiro de Libertad.

El firmamento se oscureció,
y el hombre angustiado se preguntó:
¿Quién era el Hombre de la Cruz?



El Camino, la Verdad y la Vida…
La Luz del mundo...

Por Luis I. Rodríguez


miércoles, 8 de abril de 2009

MORADA AL SUR -Aurelio Arturo-



1

En las noches mestizas que subían de la hierba,

jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes,

estremecían la tierra con su casco de bronce.

Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro.

Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo.

La ancha tierra siempre cubierta con pieles de soles.

(Reyes habían ardido, reinas blancas, blandas,

sepultadas dentro de árboles gemían aún en la espesura).

Miraba el paisaje, sus ojos verdes, cándidos.

Una vaca sola, llena de grandes manchas,

revolcada en la noche de luna, cuando la luna sesga,

es como el pájaro toche en la rama, "llamita", "manzana de miel".

El agua límpida, de vastos cielos, doméstica se arrulla.

Pero ya en la represa, salta la bella fuerza,

con majestad de vacada que rebasa los pastales.

Y un ala verde, tímida, levanta toda la llanura.

El viento viene, viene vestido de follajes,

y se detiene y duda ante las puertas grandes,

abiertas a las salas, a los patios, las trojes.

Y se duerme en el viejo portal donde el silencio

es un maduro gajo de fragantes nostalgias.

Al mediodía la luz fluye de esa naranja,

en el centro del patio que barrieron los criados.

(El más viejo de ellos en el suelo sentado,

su sueño, mosca zumbante sobre su frente lenta).

No todo era rudeza, un áureo hilo de ensueño

se enredaba en la pulpa de mis encantamientos.

Y si al norte el viejo bosque tiene un tic-tac profundo,

al sur el curvo viento trae franjas de aroma.

(Yo miro las montañas. Sobre los largos muslos

de la nodriza, el sueño me alarga los cabellos).

| 2

Y aquí principia, en este torso de árbol,

en este umbral pulido por tantos pasos muertos,

la casa grande entre sus frescos ramos.

En sus rincones ángeles de sombra y de secreto.

En esas cámaras yo vi la faz de la luz pura.

Pero cuando las sombras las poblaban de musgos,

allí, mimosa y cauta, ponía entre mis manos,

sus lunas más hermosas la noche de las fábulas.

&

Entre años, entre árboles, circuída

por un vuelo de pájaros, guirnalda cuidadosa,

casa grande, blanco muro, piedra y ricas maderas,

a la orilla de este verde tumbo, de este oleaje poderoso.

En el umbral de roble demoraba,

hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,

el alto grupo de hombres entre sombras oblicuas,

demoraba entre el humo lento alumbrado de remembranzas:

Oh voces manchadas del tenaz paisaje, llenas

del ruido de tan hermosos caballos que galopan bajo

asombrosas ramas.

Yo subí a las montañas, también hechas de sueños,

yo ascendí, yo subí a las montañas donde un grito

persiste entre las alas de palomas salvajes.

&

Te hablo de días circuídos por los más finos árboles:

te hablo de las vastas noches alumbradas

por una estrella de menta que enciende toda sangre:

te hablo de la sangre que canta como una gota solitaria

que cae eternamente en la sombra, encendida:

te hablo de un bosque extasiado que existe

sólo para el oído, y que en el fondo de las noches pulsa

violas, arpas, laúdes y lluvias sempiternas.

Te hablo también: entre maderas, entre resinas,

entre millares de hojas inquietas, de una sola hoja:

pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia,

hoja sola en que vibran los vientos que corrieron

por los bellos países donde el verde es de todos los colores

los vientos que cantaron por los países de Colombia.

Te hablo de noches dulces, junto a los manantiales, junto a los cielos,

que tiemblan temerosos entre alas azules:

te hablo de una voz que me es brisa constante,

en mi canción moviendo toda palabra mía,

como ese aliento que toda hoja mueve en el sur, tan dulcemente,

toda hoja, noche y día, suavemente en el sur.

| 3

En el umbral de roble demoraba,

hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,

un viento ya sin fuerza, un viento remansado

que repetía una yerba antigua, hasta el cansancio.

Y yo volvía, volvía por los largos recintos

que tardaba quince años en recorrer, volvía.

Y hacia la mitad de mi canto me detuve temblando,

temblando temeroso, con un pie en una cámara

hechizada, y el otro a la orilla del valle

donde hierve la noche estrellada, la noche

que arde vorazmente en una llama tácita.

Y a la mitad del camino de mi canto temblando

me detuve, y no tiembla entre sus alas rotas,

con tanta angustia, un ave que agoniza, cual pudo,

mi corazón luchando entre cielos atroces.

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Duerme ahora en la cámara de la lanza rota en las batallas.

Manos de cera vuelan sobre tu frente donde murmuran

las abejas doradas de la fiebre, duerme.

El río sube por los arbustos, por las lianas, se acerca,

y su voz es tan vasta y su voz es tan llena.

Y le dices, repites: ¿Eres mi padre? Llenas el mundo

de tu aliento saludable, llenas la atmósfera.

-Soy el profundo río de los mantos suntuosos.

Duerme quince años fulgentes, la noche ya ha cosido

suavemente tus párpados, como dos hojas más, a su follaje negro.

&

No eran jardines. No eran atmósferas delirantes. Tú te acuerdas

de esa tierra protegida por un ala perpetua de palomas.

Tantas, tantas mujeres bellas, fuertes, no, no eran

brisas visibles, no eran aromas palpables, la luz que venía

con tan cambiantes trajes, entre linos, entre rosas ardientes.

¿Era tu dulce tierra cantando, tu carne milagrosa, tu sangre?

Todos los cedros callan, todos los robles callan.

Y junto al árbol rojo donde el cielo se posa,

hay un caballo negro con soles en las ancas,

y en cuyo ojo líquido habita una centella.

Hay un caballo, el mío, y oigo una voz que dice:

"Es el potro más bello en tierras de tu padre".

&

En el umbral gastado persiste un viento fiel,

repitiendo una sílaba que brilla por instantes.

Una hoja fina aún lleva su delgada frescura

de un extremo a otro extremo del año.

"Torna, torna a esta tierra donde es dulce la vida".

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He escrito un viento, un soplo vivo

del viento entre fragancias, entre hierbas

mágicas; he narrado

el viento; sólo un poco de viento.

Noche, sombra hasta el fin, entre las secas

ramas, entre follajes, nidos rotos —entre años—

rebrillaban las lunas de cáscara de huevo,

las grandes lunas llenas de silencio y de espanto.

AURELIO ARTURO. Morada al Sur.

martes, 7 de abril de 2009

YO NO QUIERO MÁS LUZ QUE TU CUERPO ANTE EL MÍO -Miguel Hernández-



Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya extraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda.

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.

HERNÁNDEZ , Miguel. Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío. Poesía.

lunes, 6 de abril de 2009

LA ESPADA Y EL CAMINANTE -Esopo-


Caminando, cierto hombre halló una espada en el suelo, y preguntándole quién le había perdido, la espada respondió:

-Es verdad que a mí sólo me perdió uno, pero yo he perdido a muchos.

El malo a muchos daña, pero perece al fin.

ESOPO. La espada y el caminante. En Fábulas esópicas.

domingo, 5 de abril de 2009

LA LUNA -Diego Fallon-


Ya del Oriente en el confín profundo
la Luna aparta el nebuloso velo,
y leve sienta en el dormido mundo
su casto pie con virginal recelo.

Absorta allí la inmensidad saluda,
su faz humilde al cielo levantada;
y el hondo azul con elocuencia muda
orbes sin fin ofrece a su mirada.

Un lucero no más lleva por guía,
por himno funeral silencio santo,
por solo rumbo la región vacía,
y la insondable soledad por manto.

¡Cuán bella, oh Luna, a lo alto del espacio
por el turquí del éter lenta subes,
con ricas tintas de ópalo y topacio
franjando en torno tu dosel de nubes!

Cubre tu marcha grupo silencioso
de rizos copos, que tu lumbre tiñe;
y de la noche el iris vaporoso
la regia pompa de tu trono ciñe.

De allí desciende tu callada lumbre
y en argentinas gasas se despliega
de la nevada sierra por la cumbre,
y por los senos de la umbrosa vega.

Con sesgo rayo por la falda oscura
a largo trechos el follaje tocas,
y tu albo resplandor sobre la altura
en mármol torna las desnudas rocas;

O al pie del cerro do la roza humea,
con el matiz de la azucena bañas
el campanario blanco de la aldea
en su nido de sauces y cabañas.

Sierpes de plata el valle recorriendo,
vence a tu luz las fuentes y los ríos,
en sus brillantes roscas envolviendo
prados, florestas, chozas y plantíos.

Y yo en tu lumbre difundido, oh luna,
vuelvo al través de solitarias breñas
a los lejanos valles, do en su cuna
de umbrosos bosques y encumbradas peñas,

El lago del desierto reverbera,
adormecido, nítido, sereno,
sus montañas pintando en la ribera,
y el lujo de los cielos en su seno.

Oh! y estas son sus mágicas regiones,
donde la humana voz jamás se escucha,
laberintos de selvas y peñones
en que tu rayo con las sombras lucha;

Porque las sombras odian tu mirada;
hijas del caos, por el mundo errantes;
náufragos restos de la antigua Nada,
que en el mar de la luz vagan flotantes.

Tu lumbre, empero, entre el vapor fulgura,
luce del cerro en la áspera pendiente;
y a trechos ilumina en la espesura,
el ímpetu salvaje del torrente;

En luminosas perlas se liquida
cuando en la espuma del raudal retoza;
o con la fuente llora que perdida
entre la oscura soledad solloza.

En la mansión oculta de las Ninfas
hendiendo el bosque a penetrar alcanza,
y alumbra al pie de despeñadas linfas
de las Ondinas la nocturna danza.

A tu mirada suspendido el viento,
ni árbol ni flor en el desierto agita:
no hay en los seres voz ni movimiento;
el corazón del mundo no palpita...

Se acerca el centinela de la muerte:
¡He aquí el silencio! Sólo en su presencia
su propia desnudez el alma advierte,
su propia voz escucha la conciencia.

Y pienso aún y con pavor medito
que del silencio la insondable calma
de los sepulcros es tremendo grito
que no oye el cuerpo y estremece el alma.

Y a su muda señal la fantasía
rasgando altiva su mortal sudario
del infinito a la extensión sombría
remonta audaz el vuelo solitario.

Hasta el confín de los espacios hiende,
y desde allí contempla arrebatada
el piélago de mundos que se extiende
por el callado abismo de la Nada!...

El que vistió de nieve la alta sierra,
de oscuridad las selvas seculares,
de hielo el polo, de verdor la tierra
y de hondo azul los cielos y los mares,

Echó también sobre tu faz un velo,
templando tu fulgor para que el hombre
pueda los orbes numerar del cielo,
¡tiemble ante Dios y su poder le asombre!

Cruzo perdido el vasto firmamento,
a sumergirme torno entre mí mismo;
¡y se pierde otra vez mi pensamiento
de mi propia existencia en el abismo!

Delirios siento que mi mente aterran...
los Andes a lo lejos enlutados
pienso que son las tumbas do se encierran
las cenizas de mundos ya juzgados...

El último lucero en el Levante
asoma, y triste tu partida llora:
cayó de tu diadema ese diamante,
y adornará la frente de la aurora.

¡Oh Luna, adiós! Quisiera en mi despecho
el vil lenguaje maldecir del hombre,
que tantas emociones en su pecho
deja que broten y les niega un nombre.

Se agita mi alma, desespera y gime,
sintiéndose en la carne prisionera;
recuerda al verte su misión sublime,
y el frágil polvo sacudir quisiera.

Mas si del polvo libre se lanzara
esta que siento, imagen de Dios mismo,
para tender su vuelo no bastara
del firmamento el infinito abismo;

Porque esos astros, cuya luz desmaya,
ante el brillo del alma, hija del Cielo,
no son siquiera arenas de la playa
del mar que se abre a su futuro vuelo.

FALLON, Diego. La luna. Antología de la poesía colombiana.

sábado, 4 de abril de 2009

¡OH RUSEÑOR! -William Wordsworth-


¡Oh ruiseñor! Tú eres
de ardiente corazón:
tus notas nos penetran, nos penetran,
tumultuosa, indómita armonía.
Cantas como si el dios del vino
te dictara un mensaje de sátira amorosa:
una canción de burla y de desprecio
a la sombra, al rocío y a la noche callada
y a la ventura firme y a todos los amores
que descansan en esos tranquilos bosquecillos.
Escuché a una paloma torcaz, el mismo día,
cantando o recitando su doméstica historia.
Su voz se sepultaba entre los árboles
y en alas de la brisa me llegaba.
No cesaba jamás: arrullaba, arrullaba,
y era su cortejar un tanto pensativo.
Amor cantaba, muy mezclado en calma,
muy lento al empezar y sin acabar nunca:
la grave fe y el íntimo alborozo.
Ese es el canto, el canto para mí.

WORDSWORTH, William. ¡Oh ruiseñor! En Poemas.

viernes, 3 de abril de 2009

LAMENTACIÓN - Hermann Hesse -



Nos es negado ser.

O tan sólo somos corriente; dóciles fluimos en todas las formas:

a través del día y de la noche, a la cúpula y al antro,

nos empuja siempre la sed de ser.

Así vamos llenando forma tras forma sin descansar jamás:

ninguna se torna patria nuestra, por suerte o por desgracia.

Siempre venimos de camino, eternos viadores;

no nos llaman ni el campo ni el arado: no cosechamos pan.

¿Qué quiere de nosotros el Señor? Lo ignoramos.

El juega con nosotros y somos como arcilla entre sus manos,

callada y maleable, que no ríe ni llora.

Y Dios la amasa, sí, pero nunca la quema.

¡Quedar petrificado algún día! ¡Perdurar!

He ahí nuestras ansias, eternamente inquietas;

mas tras ellas no queda más que un temblor pequeño

que nunca llega a hacerse reposo en el camino.


HESSE, Hermann. Lamentación. En Poemas.

miércoles, 1 de abril de 2009

VIAJERO -Vicente Huidobro -


Qué clima es éste de arenas movedizas y fuera de su edad

Qué país de clamores y sombreros húmedos
En vigilancia de horizontes
Qué gran silencio por la tierra sin objeto
Preferida sólo de algunas palabras
Que ni siquiera cumplen su destino
No es cambiar la tristeza por una ventana o una flor razonable
Ni es un mar en vez de un recuerdo
Es una aspiración adentro de su noche
Es la vida con todas sus semillas
Explicándose sola y decorada como montaña que se despide
Es la lucha de las horas y las calles
Es el aliento de los árboles invadiendo las estrellas

Son los ríos derrochados
Es el hecho de ser amado y sangrar entre las alas
De tener carne y ojos hacia toda armonía
Y bogar de fondo a fondo entre fantasmas reducidos
Y volar como muertos en torno al campanario
Andar por el tiempo huérfano de sus soles
De sueño a realidad y realidad a visión enredada de noche
Y siempre en nombre en diálogo secreto
En salto de barreras siempre en hombre.

HUIDOBRO, Vicente. Viajero. En Poemas.