sábado, 23 de enero de 2010

EL MENDIGO - Santiago Montobbio -


Al pie de una cuesta olvidada o llovida,
al pie de una ajena infancia acaso, detrás de la tierra
y muchísimos años después de que tuviera nombre todo
olvidado o llovido sólo pide en su entierro el mendigo
que en monedas le sean dadas las limosnas, pocas o muchas.
En monedas. De cobre o de espanto y, a veces, con el sonido
de los abrazos perdidos, en monedas siempre, en monedas raídas.

Pues si alguien se olvidó de los relojes
y otra noche aquí aún llega
se las pondrá en los ojos, para no ver,
una por una. Para no ver —noche vacía—,
para no ver o para recordar saberse
tan muerto como su sonido.

MONTOBBIO, Santiago. El Mendigo. Poema.

sábado, 16 de enero de 2010

EL VIEJO ARMARIO -cuento-



Fue una noche de verano. La luna clareaba en el firmamento. Estaba soñando. En realidad, no lo sé.

Alguien golpeó a la puerta; los perros -amigos fieles y sinceros - ladraron. Estaban calmados, como si conocieran al visitante. Lo acompañaron y jugaron un instante.

Abrí la puerta. ¡Oh sorpresa! Un saludo cariñoso recibí del carpintero de la comarca. Él había escuchado un comentario que en casa se solicitaba a alguien para reparar un viejo armario.

El viejo armario de cedro perteneció a dos generaciones y necesitaba una reparación, probablemente un cambio de entre paños, una limpieza o lijada de los cajones. Los inquietos bisabuelos y abuelos habrían guardado en él sus escritos, sus misterios, sus encantos. ¡Qué sé yo!

El carpintero comenzó a reparar el armario. La delicadeza con la que trataba la madera me asombró. Cada pieza era una hoja misteriosa que guardaba recuerdos. La pieza traía su sustancia, una pregunta, una ensoñación.

La remodelación exigió mucha concentración y seguridad. Con ello, él no quiso perder la línea. El trato fue especial. El amor a su trabajo me inquietó. Sin embargo, no quise interrumpir su labor.

El viejo armario le dio ciertos problemas. Las piezas parecían no encajar ahora. Con serenidad, José calculó el puesto de las partes. Lo armó mentalmente. Se dijo a sí mismo, está hecho. Se sentó en silencio. Descansó.

Una ligera brisa entró por la ventana. Los perros ladraron como si alguien hubiese llamado a la puerta.

José recogía sus utensilios. El armario yacía intacto en su nicho. De repente, una hoja se abrió y un cajón salía lentamente.

Un frío recorrió el ambiente. Mis piernas temblaban y de mi garganta no brotó ni un lamento, ni un grito.

El cajón regresó a su puesto y la hoja se cerró bruscamente.

Escuché a alguien salir de la casa. Me moví estrepitosamente, pero no podía seguir sus pasos.

Pedí auxilio a José. Pronto, él estaba a mi lado. Parecía sonreír. Tocaba con sus manos el armario. Lo acariciaba con ternura como si fuese una joya encantada. Sentí curiosidad y traté de preguntar acerca de lo visto.

"Oh, ese viejo armario me pertenecía", contestó José.

Quedé anonadado. No pude pronunciar palabra. Mi angustia siguió hasta la madrugada. Escuché el aullido de un perro.

José salió por la puerta. No le vi abrir la puerta. Todo estaba en silencio.

Desperté asustado y tembloroso. Un sudor frío y penetrante corría por mi cuerpo. Comenzó a amanecer...

Por Luis I. Rodríguez

jueves, 14 de enero de 2010

CABELLOS RIZADOS EN LA SOLEDAD - cuento breve -


La luna extiende su cabellera rizada en el firmamento. Sus rayos penetran solemnes la naturaleza. El hombre en su penumbra sueña instantes de vida nocturnal. El amor a la naturaleza extiende sus brazos y una voz femenina retumba en su ser. La imagen de la mujer ignora un pensamiento y huye en el silencio de su soledad.

El hombre sale en su búsqueda. Los árboles son la compañía de la mujer. Ella se esconde. Cada tronco parece ser una tenue figura. La ilusión se apodera y el canto de la brisa calma al perseguidor. Las gotas de sudor caen por su rostro. Un frío penetrante recorre su cuerpo. La imagen lo abraza y un grito embrujador se escucha.

El hombre despierta desconsolado. Una hermosa mujer está secando el sudor y dándole un vaso con agua. Presuroso el hombre la abraza y decepcionado descubre aquellos cabellos rizados en la soledad...

Por Luis I. Rodríguez

domingo, 10 de enero de 2010

LAS CIUDADES Y LOS CAMBIOS - Italo Calvino -


A ochenta millas de proa al viento rnaestral el hombre llega a la ciudad de Eufamia. donde los mercaderes de siete naciones se reúnen en cada solsticio y en cada equinoccio. La barca que fondea con una carga de jengibre y algodón en rama volverá a zarpar con la estiba llena de pistacho y semilla de amapola, y la caravana que acaba de descargar costales de nuez moscada y de pasas de uva ya lía sus enjalmas para la vuelta con rollos de muselina dorada. Pero lo que impulsa a remontar ríos y atravesar desiertos para venir hasta aquí no es sólo el trueque de mercancías que encuentras siempre iguales en todos los bazares dentro y fuera del imperio del Gran Kan, desparramadas a tus pies en las mismas esteras amarillas, a la sombra de los mismos toldos espantamoscas, ofrecidas con las mismas engañosas rebajas de precio. No sólo a vender y a comprar se viene a Eufamia sino también porque de noche junto a las hogueras que rodean el mercado, sentados sobre sacos o barriles o tendidos en montones de alfombras, a cada palabra que uno dice -como «lobo», «hermana», «tesoro escondido», «batalla», «sarna», «amantes»- los otros cuentan cada uno su historia de lobos, de hermanas, de tesoros, de sarna, de amantes, de batallas. Y tú sabes que en el largo viaje que te espera, cuando para permanecer despierto en el balanceo del camello o del junco se empiezan a evocar todos los recuerdos propios uno por uno, tu lobo se habrá convertido en otro lobo, tu hermana en una hermana diferente, tu batalla en otra batalla, al regresar de Eufamia, la ciudad donde se cambia la memoria en cada solsticio y en cada equinoccio.

CALVINO, Italo. Las ciudades y los cambios. Cuento.

lunes, 4 de enero de 2010

EL ENIGMA - Voltaire -


El gran mago planteó esta cuestión:

-¿Cuál es, de todas las cosas del mundo, la más larga y la más corta, la más rápida y la más lenta, la más divisible y la más extensa, la más abandonada y la más añorada, sin la cual nada se puede hacer, devora todo lo que es pequeño y vivifica todo lo que es grande?

Le tocaba hablar a Itobad. Contestó que un hombre como él no entendía nada de enigmas y que era suficiente con haber vencido a golpe de lanza. Unos dijeron que la solución del enigma era la fortuna, otros la tierra, otros la luz. Zadig consideró que era el tiempo.

-Nada es más largo, agregó, ya que es la medida de la eternidad; nada es más breve ya que nunca alcanza para dar fin a nuestros proyectos; nada es más lento para el que espera; nada es más rápido para el que goza. Se extiende hasta lo infinito, y hasta lo infinito se subdivide; todos los hombres le descuidan y lamentan su pérdida; nada se hace sin él; hace olvidar todo lo que es indigno de la posteridad, e inmortaliza las grandes cosas.

VOLTAIRE. El Enigma. Cuento.

viernes, 1 de enero de 2010

UN VIAJE... - microcuento -




Empieza un nuevo amanecer...
La grisácea luz deviene y el trinar de los pájaros despierta al hombre.
El sol proyecta sus rayos esplendorosos. Los animales regocijados salen de sus guaridas.
El hombre está pensando en viajar, en soñar...
Hubo un gran silencio en el recinto del alma.
El hombre está saliendo a la búsqueda de su Isla Desconocida...


Por Luis I. Rodríguez