-También la belleza de una raza o de una familia, su gracia y bondad en los ademanes de todos son cosas que se adquieren con trabajo: son, lo mismo que el genio, el resultado final del trabajo acumulado de generaciones. Es preciso haber hecho grandes sacrificios al buen gusto, es preciso haber hecho y haber dejado de hacer muchas cosas por amor a él -el siglo XVII de Francia es digno de admiración en ambos aspectos-, es preciso haber tenido en el buen gusto un principio de selección para elegir las compañías, el lugar, el vestido, la satisfacción sexual, es preciso haber preferido la belleza a la ventaja, al hábito, a la opinión, a la pereza. Regla suprema: es preciso no "dejarse ir" ni siquiera delante de sí mismo. - Las cosas buenas son sobremanera costosas: y siempre rige la ley de que quien las tiene es distinto de quien las adquiere. Todo lo bueno es herencia: lo que no es heredado es imperfecto, es un comienzo... En Atenas, en tiempo de Cicerón, que expresa su sorpresa por ello, los varones y los muchachos eran muy superiores en belleza a las mujeres: ¡pero qué trabajo y qué esfuerzo al servicio de la belleza se había exigido allí, desde siglos, el sexo masculino! - Pues no debemos equivocarnos sobre la metódica en este punto: una mera disciplina de los sentimientos y los pensamientos es casi igual a cero (- en esto consiste el gran malentendido de la formación alemana, que es totalmente ilusoria): es necesario persuadir primero al cuerpo. La observancia rigurosa de ademanes importantes y selectos, un obligarse a vivir únicamente con hombres que no se "dejan ir" bastan perfectamente para que uno llegue a ser importante y selecto: en dos, en tres generaciones está ya todo interiorizado. Es decisivo para la suerte de los pueblos y de la humanidad el que se comience la cultura por el lugar justo -no por el "alma" (esa fue la funesta superstición de los sacerdotes y semisacerdotes): el lugar justo es el cuerpo, el ademán, la dieta, la fisiología, el resto es consecuencia de ello... Por esto los griegos continúan siendo el primer acontecimiento cultural de la historia - supieron lo que era necesario, lo hicieron; el cristianismo, que ha despreciado el cuerpo, ha sido hasta ahora la más grande desgracia de la humanidad. -
NIETZSCHE, Friedrich. En Crepúsculo de los ídolos. Aforismo 47.
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