[...] escribí estas pocas líneas en forma de tema de meditación:
Me represento: un objeto que atrae,
la llama
brillante y ligera
consumiéndose en sí misma,
aniquilándose
y revelando de esta manera el vacío,
la identidad de lo que atrae,
de lo que embriaga
y del vacío;
Me represento
el vacío
idéntico a una llama,
la supresión del objeto
revela la llama
que embriaga
e ilumina.
No hay ejercicio que conduzca a la meta...
Imagino que, en todos los casos, es el sufrimiento, asolando el ser y agotándolo, quien abre una tan íntima herida.
Este estado de inmanencia es la impiedad misma.
La impiedad perfecta es la negación de la nada (del poder de la nada): nada puede ya hacer presa en mí -ni la trascendencia, ni el futuro (no más espera). [...]
El pal es la risa, pero tan viva que no queda nada. La inmensidad traspasada, lejos de llevar la transparencia al infinito, es rota por la agitación de los músculos... Sólo una insistencia de salto, una ligereza desligada (la autonomía y la libertad mismas) proporcionan a la risa un poder sin límites.
Imagino que, en todos los casos, es el sufrimiento, asolando el ser y agotándolo, quien abre una tan íntima herida.
Este estado de inmanencia es la impiedad misma.
La impiedad perfecta es la negación de la nada (del poder de la nada): nada puede ya hacer presa en mí -ni la trascendencia, ni el futuro (no más espera). [...]
El pal es la risa, pero tan viva que no queda nada. La inmensidad traspasada, lejos de llevar la transparencia al infinito, es rota por la agitación de los músculos... Sólo una insistencia de salto, una ligereza desligada (la autonomía y la libertad mismas) proporcionan a la risa un poder sin límites.
BATAILLE, Georges. En Sobre Nietzsche -voluntad de suerte-
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